No soy feliz y lo tengo todo: qué puede haber detrás

No soy feliz aunque lo tenga "todo: ¿qué puede haber detrás?

A veces lo tenemos “todo”: una pareja que nos quiere, un trabajo estable, salud, incluso tiempo libre. Y sin embargo, hay un vacío que no se llena.  Una tristeza (o incluso depresión) que no responde a ninguna causa concreta.

Una sensación constante de estar desconectados, como si estuviéramos viviendo desde fuera, cumpliendo con lo que se espera, pero sin alegría genuina. Como si fueramos espectadores de nuestra propia vida.

No soy feliz: cuando todo parece estar bien en el exterior

Si has buscado “no soy feliz” probablemente no lo has hecho por impulso, sino porque llevas un tiempo sintiéndote así. Y lo primero que quiero decirte es esto: lo que sientes tiene sentido, aunque el mundo insista en que deberías sentirte agradecida.

No estás siendo ingrata ni dramática. Estás siendo humana. Porque sí, podemos “tenerlo todo”, e incluso valorarlo, y aún así sentir infelicidad. Parece contradictorio ¿verdad? Como psicóloga en Reus veo cada día en consulta cómo muchas personas se sienten así, y soy consciente del malestar que esto puede generar. Entones… ¿qué puede haber detrás de este sentimiento?

Vivimos en una sociedad que asocia la felicidad con logros externos: casa, pareja, trabajo, estabilidad económica, ocio. Ir cumpliendo «los planes que se esperan de nosotros». Pero la realidad es que muchas personas que cumplen ese ideal social sienten un malestar intenso, muchas veces en silencio: no soy feliz, pero no sé por qué.

Esto genera una paradoja dolorosa: me siento mal, pero no tengo derecho a quejarme. Así se instala el silencio, la culpa, y la sensación de que “algo está mal en mí”. Pero no, no estás rota, ni roto. No hay nada malo en ti. Simplemente estás escuchando una parte de ti que lleva tiempo intentando hablar.

 

El ruido de fondo que nadie ve: esto puede haber detrás 

no soy felizFuente: Freepik

Detrás del “no soy feliz” a menudo se esconde un desajuste más profundo entre lo que vivimos y lo que necesitamos verdaderamente. Algunas posibles raíces de este malestar son:

1) Vivir una vida prestada

¿La vida que tienes es la que tú elegiste… o la que se esperaba de ti? A veces seguimos caminos que nos vienen marcados: estudiar lo que era “útil”, trabajar en lo que “da dinero”, mantener relaciones porque “ya tocaba”.

Y cuando todo eso se consigue, algo no encaja. No hay error en ti, sino en haber desconectado de tu deseo auténtico.

Un ejemplo: Marta, 35 años, con pareja, dos hijos y un buen empleo. Me decía en consulta: “Todo va bien, pero me levanto sin ganas. Me siento como si estuviera viviendo la vida de otra persona”.

2) Desconexión emocional

Hay personas que llevan años sobreviviendo, cumpliendo, cuidando, resolviendo. Pero nunca se detienen a mirar hacia dentro. A sentir.

A preguntarse qué les duele, o qué les hace felices. La felicidad no siempre es una meta; a veces es el viaje, o la consecuencia de estar conectados con lo que sentimos, aunque eso implique atravesar dolor.


3) El trauma invisible

No todos los traumas son grandes tragedias. A veces lo que nos duele es lo que faltó: una infancia sin escucha, relaciones en las que no nos han validado, experiencias en las que aprendimos a no necesitar…

El “no soy feliz” puede ser una respuesta sana a años de desconexión emocional sostenida, un síntoma de que algo dentro pide ser mirado y reparado.

4) Falta de sentido

Tener todo no siempre implica sentido vital. Las personas necesitamos más que estabilidad: necesitamos propósito y sentido, ilusión, vínculos significativos, momentos de autenticidad. Cuando vivimos desde el “hacer” sin detenernos a preguntarnos para qué, aparece esa sensación de vacío.

 

No soy feliz, pero no lo puedo contar: el tabú social

Otra dimensión que agrava este malestar es el tabú social. Cuando lo tienes todo “en teoría”, se espera de ti una gratitud casi permanente. Pero la felicidad no se puede fingir sin consecuencias.

Hay quien sigue sonriendo mientras por dentro siente que se rompe. Quien va a eventos familiares con una sonrisa automática, pero con un nudo en el estómago. Quien sigue publicando fotos bonitas mientras se repite en silencio: “no soy feliz, no sé qué me pasa”.

Romper este silencio es un acto de honestidad y de cuidado hacia una misma.

 

¿Qué puedes hacer?

Este no es un artículo de consejos rápidos, porque tú no necesitas parches. Lo que necesitas es un espacio para preguntarte cosas. Y yo, te animo a preguntarte:

  • ¿Qué parte de mi vida siento que no me pertenece?

  • ¿Qué decisiones tomé por miedo, por deber, por inercia?

  • ¿Qué me haría sentir viva, no solo segura?

  • ¿Qué heridas no he mirado aún?

  • ¿Cómo me daría cuenta de que empiezo a salir de ese malestar?

  • ¿Qué necesito ahora mismo?

A veces este proceso puede dar miedo. Pero también puede ser profundamente liberador. Y no hace falta que lo transites sola. La terapia psicológica para adultos ofrece un espacio seguro, sin juicio, donde puedes empezar a deshacer el nudo desde el respeto, la profundidad y el autoconocimiento.

 

La trampa de la autoexigencia

Por otro lado, muchas personas que dicen “no soy feliz” son altamente exigentes consigo mismas. Cumplen. Rinden. Son funcionales. Pero también se abandonan. Se ponen en último lugar. O se exigen estar bien todo el tiempo. Y claro, eso es imposible.

Aquí es importante entender que la felicidad no es un estado constante ni una obligación moral. No se trata de estar bien siempre, sino de poder estar contigo misma con honestidad, incluso cuando algo duele.

 

No soy feliz: mereces ser escuchado

Si has llegado hasta aquí, es porque hay algo dentro de ti que necesita ser escuchado. Y esa es una excelente señal: significa que no te has resignado. Que no estás anestesiada. Que sigues queriendo vivir con sentido.

Reconocer que “no soy feliz” no es un fracaso, sino el principio de una búsqueda honesta. Una que no tiene respuestas inmediatas, pero sí caminos posibles.

Caminar hacia una vida más auténtica, más conectada contigo, puede implicar revisar muchas cosas. Pero también puede traerte una paz que no habías conocido antes.

 

La infelicidad aunque “esté todo bien”: algo real y válido

“No soy feliz aunque lo tenga todo” no es una contradicción, aunque a veces lo vivamos así; es una ambivalencia que puede ser real, en la que conviven malestar y “abundancia” (o tenerlo “todo”). Una ambivalencia que merece ser reconocida.

Y a su vez, es un mensaje profundo que merece ser atendido. No por culpa, ni por drama, sino porque tú mereces una vida que te haga sentir viva, no solo correcta.

Si te resuena lo que has leído, si sientes que ha llegado el momento de hacerte preguntas más profundas, quizás sea hora de buscar un espacio terapéutico. Porque a veces, la felicidad empieza cuando dejamos de perseguirla y empezamos, simplemente, a escucharnos.


Con cariño,

Laura 😊